Qué delicia plantarse en el salón rococó de Rilke y agarrar entre ambas manos un cóctel llamado Bonaparte mientras reposamos en una de sus sillas Luis XV. Y disfrutar del terciopelo, los papeles pintados, la vegetación, el glamour, las vajillas… y del savoir faire que se da por hecho en cocineros de la talla de Rafa Peña (Gresca) y Jaime Tejedor, jefe de cocina. Ambos firman una carta que hace bandera de la sencillez pero que acaba siendo de todo menos sencilla, porque en ella se percibe en todo momento el pulso de dos grandes cocineros. Unos platos que brillan especialmente en un entorno tan hermoso como es el comedor de Rilke, que nos trasladará a otras épocas y lugares pero lo hará ante una torrija de escalivada.
O un arroz de pescado de roca, una ensalada César, un medio pichón asado con setas y raíces o un canelón de faisán. Cualquiera de ellos, como ocurre con todos los platos de la carta de este restaurante de visita obligada para los amantes de las sutilezas gastronómicas, destila alta gastronomía. Y cuando los degustamos tenemos la certeza de hallarnos ante una gran cocina de autor, en un lugar donde el producto no solo se respeta y se mima, sino que se conoce al milímetro